Por Víctor Sánchez Baños

 

Las luces rojas de la economía mundial se encendieron luego que China, la segunda economía más grande del mundo, creció “sólo” un 6.6 por ciento en 2018, su expansión más lenta en 28 años y un enfriamiento desde el 6.8 por ciento revisado para el año previo. Este resultado se deriva de una serie de medidas adoptadas por el gobierno chino para retener la inversión extranjera y, fundamentalmente el empleo.

En 28 años, la economía del dragón asiático se convirtió en la sorpresa del mundo entero. De un comunismo de hueso rojo, a un capitalismo de Estado, sacó de la miseria a más de 400 millones de chinos y lograron tener tantos multimillonarios que hacen palidecer a otras naciones de tradición capitalista.

En pláticas con estudiantes de Derecho y Economía, una pregunta que salta es: ¿que representa el crecimiento de la economía de una nación? La respuesta es sencillamente mejorar la vida de sus habitantes.

Tras la Revolución Cultural que encabezó el comunista Mao Tse Tung, mantuvo en la miseria a 1,300 millones de chinos, ya que toda la carga de su vida y producción se descargaba en el Estado, que mejor escrito era únicamente el Gobierno. Algunos socialistas ven con añoranza esas épocas donde la burocracia era la dueña y señora de China; una Chuna sumida en la corrupción.

El crecimiento de las economías se da en base a un círculo virtuoso de inversión para crear empresas que generan bienes y servicios, que a su vez necesitan empleados. Estos necesitan más bienes y servicios, lo que obliga a generar más inversión. El gobierno no es un ente productivo. Debe ser un facilitador de los negocios privados y motor de la economía. Todo lo demás es retroeso.

poderydinero.mx

vsb@poderydinero.mx

@vsanchezbanos