Por Víctor Sánchez Baños

Cientos de vehículos se envían a los corralones de todos los niveles de gobierno. Muchos de esos “depósitos” están concesionados a particulares, quienes no sólo cobran a los gobiernos (por los que pagamos todos con nuestros impuestos) sino a los particulares que tuvieron un accidente o fueron recogidos por otra mafia de propietarios de grúas. Todo un gran negocio de políticos y sua amigos.

Lo peor de todo es que muchos vehículos pasan en esos sitios años y nadie los reclama por las altas rentas de los “corralones”. Ahí son desvalijados, lo que les da otro ingreso a las mafias de dueños de depósitos vehiculares.

Al pasar varios años, esos vehículos son enviados a depósitos de chatarra. Los venden, pues. Sin embargo, ni un solo peso llega a la Tesorería de municipios, Estados e, incluso, del gobierno Federal.

Con los automotores considerados chatarra, se podrían realizar convenios, a través de empresas recicladoras debidamente certificadas, de comercialización de fierros, plásticos, aluminio, baterías, piezas automotrices y llantas, para evitar conflictos en ventas directas de posibles vehículos robados.

En la Ciudad de México existen 32 depósitos vehiculares, en los cuales entra un promedio de 80 unidades diarias y salen 30 en un plazo mínimo, un promedio de 40 a 50% o más por distintas causas.

Cada vehículo, por el simple hecho de estar en esos corralones, representa entre 50 y 60 pesos diarios que se pagan del erario a las mafias de corralones. Como diría el clásico “y yo por qué” tengo que pagar otro negocio de políticos.

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