Por Víctor Sánchez Baños

 

En el mundo existen universidades de excelencia. Las mejores que abarcan los ámbitos públicos y privados. En esas universidades no hay gratuidad; nada es gratis ya que el conocimiento se logra por dos caminos: la brillantez del alumno o el pago de las cuotas. En la primera hay becas y los que pueden pagar cuotas, son los que mantienen esas instituciones.

Mientras en naciones pobres, la única salida para escalar socialmente es mediante la educación superior y sin dinero es imposible lograrlo, entonces las universidades se convierten en masivas. Aunque no es justificable, se entienden los motivos de mediocridad en la educación, especialmente la superior, en el país.

Maestros mal pagados, instalaciones sin los recursos tecnológicos, grupos políticos atrás de la administración, así como el encarecimiento de los libros, impiden en una gran mayoría la optimización académica, salvo sus contadas excepciones.

El ranking mundial de universidades, no hay ninguna de países pobres. La encabeza Harvard, que tiene colegiaturas de costos promedios de 8 mil dólares mensuales (155 mil pesos); University of Pennsylvania, Stanford (California), Oxford (Reino Unido), Universidad de California Bekerley, Universidad de Texas (Austin). En México los niveles de excelencia los encabeza, aunque está la UNAM, el Tec de Monterrey entre las 150 universidades, claro en los últimos lugares. En América Latina, están la UNAM y universidades brasileñas y argentinas. Pero nos falta mucho por avanzar en materia de conocimiento de excelencia.

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