Por Víctor Sánchez Baños

 

En el país hay poco más de 50 universidades públicas, con presupuestos espectaculares. Rectores que cuentan con aviones privados o helicópteros para sus servicios y, en algunos casos hasta yates que los hacen ver como “embarcaciones de estudio”, cuando en realidad los utilizan para su retozo personal.

Las cifras convierten a la educación superior públicos en instrumentos políticos de gobernadores, partidos políticos o sindicatos. Todos ellos, en la totalidad de universidades públicas, tienen nichos “intocables” que evitan que las próximas generaciones logren salir a sus vidas profesionales con niveles competitivos.

En México sólo 3 de cada 10 jóvenes en edad de acudir a la Universidad tienen la oportunidad de hacerlo. La SEP reporta que hay casi 3 millones jóvenes inscritos en alguna de las más de 4,900 universidades públicas y privadas que hay en el país. Se estima que sólo el 4% tendrá estudios de posgrado. Actualmente, las cinco entidades con menor cobertura son: Guanajuato, Chiapas, Michoacán, Quintana Roo y Guerrero. Sólo hay 7 mil maestros para atender a los universitarios y los catedráticos no cuentan con salarios dignos para quienes forman a las futuras generaciones. Así es imposible tener educación de calidad.

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