Por Víctor Sánchez Baños

 

La corrupción es un problema grave en Latinoamérica y para México es muy costosa. De acuerdo con el Índice Global de Corrupción 2017 publicado por Transparencia Internacional, México ocupa el lugar 135 de 180 países en temas de corrupción, lo que lo convierte en el país peor ubicado del grupo del G20, por debajo de Brasil y Argentina.

Según la Encuesta Panel Nacional Defoe 2018, los mexicanos perciben que los niveles de corrupción han crecido considerablemente en los últimos años, donde se encuentran involucradas toda clase de instituciones nacionales (privadas, públicas y de la sociedad civil) con la permisividad de la misma sociedad.

La corrupción está relacionada con la pérdida de confianza en las instituciones lo cual también constituye un problema mayor en la sociedad latinoamericana; según estudios de CAF-CEPAL-OCDE, en 2016, solamente un 15% de la población pensaba que la corrupción no estaba extendida en el gobierno y apenas un tercio de la población tenía confianza en el gobierno.

Las cifras presentadas definitivamente muestran que la corrupción introduce distorsiones a la hora de promover la inversión y afecta el crecimiento de las economías.

Se estima que la corrupción representa poco más del 5% del Producto Interno Bruto, lo que significa que más de medio billón de pesos se destina para actos de corrupción, lo que implica, al mismo tiempo, que todos los mexicanos tenemos que pagar más por bienes y servicios que nos proporciona tanto el sector público como el Privado.

Todos, absolutamente todos los mexicanos somos los que pagamos el costo de la corrupción.

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