Por Víctor Sánchez Baños

Empresas trasnacionales que recurren al esquema de ventas por catálogo reportan cada año cuantiosas ganancias; tan sólo, en 2015, registraron ventas netas por 65 mil 773 millones de pesos, sin considerar los derechos laborales de quienes comercializaron sus productos, según información de la Cámara de Diputados.

Esta es una condición muy cómoda para las empresas que venden esos productos, ya que tienen ejércitos en ventas sin pagarles un peso de salario y en muchas ocasiones les pagan con mercancía.

Aunque no hay una prohibición específica, es muy claro que es un mecanismo de explotación laboral donde miles de personas no gozan de la más mínima prestación y, por si fuera poco, no deja impuestos.

Se estima que estas empresas tienen a más de un millón de trabajadores. Venden desde productos milagro, vitaminas, productos de plástico, perfumes, aparatos para el hogar, libros, zapatos y artículos para belleza, entre otros.

Ese millón de personas, un gran ejército de ventas, promueven productos caros, que se venden en parcialidades y, en caso que el consumidor final no pague, entonces la obligación es de los vendedores, quienes tienen que pagar de su bolsillo.

Por si fuera poco, cuando acuden a una autoridad laboral, se enfrentan a muros generados por los grandes intereses de empresarios que se encuentran entrelazados con políticos.

Es tan buen negocio ese tipo de ventas por catálogo, que uno de los empresarios mexicano dueño de Onmilife, no sabe qué hacer con el dinero que prefirió comprar un estadio para Las Chivas de Guadalajara. Un gran negocio explotando el hambre de quienes necesitan un empleo de unas horas al día.

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