Por Víctor Sánchez Baños

Hace unos días, se llevó a cabo una fase más de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio para Norteamérica, con un saldo negativo para el país. Las maniobras del gobierno de Estados Unidos, para sacudir a los grupos negociadores de México y Canadá, y aumentar la presión sobre sus gobiernos.

Las expectativas de la reciente ronda de negociaciones eran altas, en vista de que el calendario original pactado por México, Estados Unidos y Canadá establecía siete rondas para todo el proceso. Para cumplir con dicho calendario, habría sido necesario alcanzar acuerdos sustanciales en varios de los temas más controversiales, en los cuales no se había registrado prácticamente ningún avance desde la cuarta ronda.

Hay importantes diferencias en las posiciones de negociación, los temas agrícolas, el salario de los mexicanos, así como la cantidad de elementos en la producción de los vehículos importados desde México o Canadá (del orden del 85%, actualmente es de 65%) acabaría con la ventaja competitiva de las inversiones en autotransportes y autopartes del país.

Ahora bien, hay otros aspectos que impiden el lograr el acuerdo en forma pronta, como la cláusula de terminación, los mecanismos de resolución de controversias, específicamente el contemplado por el Capítulo 11 para disputas entre inversionistas y Estados, y las reglas de origen. Canadá, sobre este tema, presentó formalmente propuestas para “atender las preocupaciones de Estados Unidos.

Hay otro capítulo que es bueno para los mexicanos: Medidas Anticorrupción, donde se suman pymes, y al de Competencia, los otros dos hasta el momento concluidos, así como ciertos contenidos en materia de energía también prácticamente cerrados.

Cada ronda de negociaciones tiene sorpresas sacadas por los estadounidenses. Esto puede ser deliberado para prolongar la negociación hasta después de las elecciones.

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