Por Víctor Sánchez Baños

Según investigaciones del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, de la Cámara de Diputados, la depresión y el suicidio aparecen como un tabú, no sólo en la vida cotidiana sino también en el ámbito clínico. En general, las personas que sufren de depresión (y de otros trastornos mentales) deciden no hablar de ello, por temor a la censura social.

La Organización Mundial de la Salud, observa a escala global, 450 millones de personas padecen trastornos mentales y de conducta; una de cada cuatro desarrollará uno o más de estos trastornos en su vida y muchos son incapacitantes para la vida y el trabajo.

Cinco de cada 10 de las causas principales de discapacidad y muerte prematura a nivel mundial se deben a condiciones psiquiátricas. Los trastornos mentales socialmente representan una carga psicológica, social y económica, y aumentan el riesgo de las enfermedades físicas.

Por su parte, la Secretaría de Salud, al mando de José Narro, analizó que el 13% de la carga global de enfermedades mentales conducen a la muerte, mediante el suicidio, que ubican entre una de las 20 causas de fallecimientos en el país.

Por ello, es fundamental crear políticas públicas para informar sobre enfermedades mentales y detectar los síntomas a tiempo para combatirlos. Al mismo tiempo, no olvidar que en materia económica, la desatención de esos males, implica pérdidas en la productividad de más de 15% de nuestro Producto Interno Bruto. Mucho dinero, pues, que se puede recuperar mediante información y atención médica.

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