Por Víctor Sánchez Baños

Importadores inescrupulosos que aprovechan deficiencias en el catálogo de substancias peligrosas, traen al país más de 200 millones de pilas secas que contienen óxido de mercurio, incluyendo las que están incorporadas en aparatos.

Desde el 2002 ya no se producen en México, por lo que su existencia en el mercado es, en su totalidad, de importación y la mayoría llega al país con permisos de importación y el pago de impuestos.

Aunque es legal la importación en el país, en otras naciones se siguen produciendo y exportando, a pesar de los graves daños a la salud de esos productos que se dejan en basureros a cielo abierto y cuyo contenido se va a los mantos friáticos; a agua que todos consumimos.

Debido a que México no se sujeta a medidas internacionales ecológicas que restringen la fabricación y comercialización de pilas que en su interior tengan mercurio, plomo o cadmio.

Desde 1990, estas pilas son catalogadas como una de las principales fuentes de liberación al ambiente de metales tóxicos. El óxido de mercurio, muy venenoso, se absorbe por inhalación en forma de aerosol, a través de la piel y por ingestión, generando malestares como irritación de ojos, piel y el tracto respiratorio; además, puede provocar insuficiencia renal.

El mercurio, cadmio y plomo son extremadamente peligrosos, debido a sus peculiares características de movilidad, bioacumulación y sus efectos cancerígenos en seres humanos.

Las autoridades aduaneras no pueden justificarse por desconocimiento, ya que es del dominio público el daño a la salud y al ecosistema que dura más de 250 años.

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