Por Víctor Sánchez Baños

No puede jactarse de ser civilizado un país donde la explotación laboral y sexual de sus niños es parte del paisaje. México, se encuentra en los primeros vergonzosos lugares de infamia social con sus infantes.

De acuerdo con los resultados del Módulo de Trabajo Infantil elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el número de niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años de edad sumaron 29.3 millones. De estos, 3.2 millones (11%) realizaron trabajo infantil (62.75 hombres y 37.3 mujeres).

Hace unos años viajé al Medio Oriente y me sorprendió que en Israel el respeto y protección a los niños era extremoso. Ellos, de esa manera, protegen sus futuras generaciones. Evitar que vendedores de drogas o delincuentes los acechen y, lo que es todavía más importante, ninguno sufre hambre o carencias.

Este año, Nayarit, gobernada por el panista Armando Echevarría tuvo la mayor tasa de explotación infantil con 19.7%; Zacatecas, de Alejandro Tello, 18.9; Campeche, con Alejandro Moreno, 18.1. Las tasas más bajas se observaron en Aguascalientes, con Martín Orozco, con 6.8; Baja California, de Francisco Vega, 5.9; Ciudad de México, de José Ramón Amieva, 5.4 y Querétaro, de Francisco Domínguez, 5.3%.

Lo que es peor, en encuestas oficiales realizados a los menores, estos justificaban su trabajo por motivos que van desde el pago de la escuela y gastos propios, 22.1%; el gusto de ayudar, 21.9; por aprender un oficio, 14.7; pagar deudas, no estudiar u otra razón, 12.8, y porque el hogar necesita de su aportación económica, 10.7%.

Un país que abandona a sus futuras generaciones para dejarlas a merced de la podredumbre, mal vivencia, crimen y drogas, es un Estado fallido.

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