Por Víctor Sánchez Baños

En la entrega anterior de este artículo, te mencioné estimado lector el alto consumo de agua embotellada entre los mexicanos que nos convirtió en los líderes mundiales en ese renglón. Así nos convertimos en el objetivo de inversiones de grandes empresas purificadoras de agua.

Sin embargo, debemos sumar a todo lo que expliqué en ese artículo, los daños ecológicos con la enorme producción de botellas de PET.

La desconfianza de la población en la calidad del agua del grifo, poca disponibilidad, y aplicación del Impuesto Especial sobre Productos y Servicios a bebidas azucaradas y gasificadas, influyeron al boom del consumo de esos productos embotellados.

Un estudio de la Universidad de Guadalajara, destaca que el consumo por habitante es de 235 litros de agua embotellada, lo que implica un desecho de 21 millones de envases PET al año. En temporada de sequía, el desecho aumenta a 50 millones.

Por ello vemos botellas de PET en ríos y mares del país. Limpiarlo representaría un enorme gasto que necesitamos erogar para evitar más daños al ecosistema. Se estima que se tiran al mar más 13 millones de toneladas de plástico, que tardan hasta mil años en desintegrarse. De 9 mil millones de toneladas de plásticos generadas en el mundo, sólo 9% se recicla.

Este es el planeta que dejamos y la solución es mejorar el sistema de distribución de agua potable en todo el país para disminuir el consumo de botellas de PET con agua. Esto, es responsabilidad de los gobiernos Federal, estatales y municipales. Son obras que no se ven, ya que las tuberías están enterradas, pero se refleja en la salud física y económica de los mexicanos.

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