Víctor Sánchez Baños

 

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, determinó mantener un impuesto compensatorio a las importaciones de acero de países con los que México no cuenta con tratados comerciales. Esta decisión es estratégica para un sector que día a día disminuye su trascendencia en la economía mundial. Sin embargo, para el país implica la generación de más de 672 mil empleos, director e indirectos y representa el 2% del Producto Interno Bruto (de todo lo que producimos).

La guerra del acero proviene de los conflictos comerciales de Estados Unidos y China, por la sobreproducción que realiza el dragón asiático de ese metal, lo que afecta directamente a las exportaciones mexicanas, pero que inundan el mercado doméstico. Esto significa que la competencia se vuelve desleal y los precios se achican, con lo que los márgenes de utilidad disminuyen y hace falta bajar el monto de producción.

El sector acerero mexicano se encuentra en equilibro entre la oferta y la demanda, ya que tiene una capacidad instalada de alrededor 30 millones de toneladas mientras que el consumo está en los mismos parámetros. Pero, lo que provoca preocupación al sector empresarial, es la capacidad ociosa del 30% de la capacidad instalada; el resto trabaja a medio aire.

Buena decisión adoptada por el gobierno lopezobradorista, aunque los chinos se molesten.

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