Por Víctor Sánchez Baños

Millones de mexicanos utilizan estas fechas para viajar de vacaciones de primavera a diversas regiones del país. Sin embargo, ese turismo nacional es despreciado por las mismas autoridades, pero sobre todo por los prestadores de servicios turísticos, que prefieren el turismo “chero” de los springbreakers.

Esto, claro en los destinos de playa, donde le imponen al turismo nacional tarifas más caras, a diferencia de los estadounidenses y canadienses. Claro, ellos traen dólares y no les tienen que facturar, lo que es ganar-ganar.

Se trata de un mecanismo de abuso, donde las autoridades de Profeco no se dan abasto, ya que se violan las leyes del consumidor.

Pero hay otro factor que influye en la reubicación del turismo nacional. La violencia.

Acapulco, tuvo que bajar sus tarifas hoteleras y disminuir la calidad de sus servicios, debido al temor de los turistas para visitar esas regiones donde se generan asesinatos y es común ver a criminales en camionetas blindadas que intimidan a los turistas nacionales y extranjeros. Ahora, en Mazatlán, Manzanillo, Zihuatanejo, Veracruz, Cancún y Playa del Carmen, se aprecian esos desplantes del crimen, con total impunidad.

Esto significa que, por una parte, los prestadores de servicios turísticos están intimidados y sus utilidades disminuyen. Por otra, los turistas tienen miedo de viajar a esas regiones y, por si fuera poco, hay maltrato a los nacionales.

La violencia en el país, provoca pérdidas en el sector privado. Con el cierre de la fábrica de Cocacola Femsa en Guerrero, en Tierra Caliente, la señal es devastadora para el sector productivo del país. Se pierden empresas y empleos. Bueno hasta los extorsionadores, del crimen organizado, pierden con esos actos.

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