Por Víctor Sánchez Baños

La inflación anual en México fue de 6.77% al cierre del 2017, representó más del doble del objetivo en la materia de precios, y fue superior a la prevista por el sector privado (6.56%) y a la estimada en los Criterios Generales de Política Económica 2018 (5.8%).

Esta es la punta del iceberg de una serie de repercusiones financieras derivadas de los errores en el manejo de las finanzas públicas, especialmente en materia de combustibles, electricidad y, por si fuera poco, de la política fiscal recaudatoria que no ofrece estímulos a la inversión y al empleo

Otro dato, de acuerdo a la Cámara de Diputados, en diciembre pasado los precios al consumidor tuvieron un incremento mensual de 0.59%, cifra superior a la que registró un año atrás (0.46%) y a la calculada para ese periodo por el sector privado (0.42%).

La variación de los precios, se explicó, ocurrió sustancialmente por el alza del costo de otros servicios (turísticos en paquete, transporte aéreo y restaurantes y similares) que contribuyeron con 0.168 puntos porcentuales de la inflación; las frutas y verduras (jitomate y calabacita) y los energéticos (gas doméstico LP y gasolina de bajo octanaje).

Esto es lo que nos afecta directamente al bolsillo. El aumento en los precios de los productos, es lo que aniquila el poder adquisitivo, por que siempre, en la carrera salarios-precios, estos últimos son los que siempre están a la delantera. Y, los perjudicados somos todos los mexicanos. Sin piedad.

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