Por Víctor Sánchez Baños

Cada año sólo el 63% de los jóvenes que ingresan a la preparatoria la terminan, pero ahí no termina la pesadilla. La selección de sus carreras para pasar al siguiente nivel educativo, generalmente se cometen errores graves por desconocimiento del futuro de esas especialidades en ciencias o humanidades.

Recientemente platiqué con un grupo de pedagogos reunidos en la UAM, de Azcapotzalco, donde platicamos sobre la deserción universitaria. Me mencionaban que cada vez es más importante y una de las principales causas es la falta de una estructura de orientación vocacional. Los jóvenes eligen estudiar carreras por el hecho que se imaginan como filósofos o antropólogos, como contadores o abogados, sin darse cuenta cómo se encuentra el mercado para esas disciplinas.

El cambio de carreras, la deserción y, en muchos casos, la decepción del mercado laboral, genera daños importantes a la economía familiar y del país. La Secretaría de Educación Pública, al mando de Aurelio Nuñoz, debería establecer mecanismos de información a los estudiantes y orientarlos a carreras que son necesarios por la comunidad. Que quede claro: orientarlos e informarlos, nunca obligarlos.

No hay cifras estimadas del daño económico que provoca la falta de vocación en las carreras que se utilizan, pero estiman que son multimillonarias, además de una frustración del estudiante que no logra superar su nivel económico con estudios universitarios.

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