Por Víctor Sánchez Baños

De acuerdo con un Análisis sobre la volatilidad del tipo de cambio elaborado por el Instituto Belisario Domínguez, durante el 2017, el peso mexicano se ha depreciado cerca de más 19% frente al dólar estadounidense, mientras que monedas de otras economías emergentes, como el real brasileño y el rand sudafricano, se han apreciado 14.5 y 9%, respectivamente.

La volatilidad cambiaria recientemente se ha visto alimentada por el uso de nuestra moneda como cobertura de riesgo y la salida de capitales, además de que hay otros factores como el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el lento crecimiento económico o el aumento del endeudamiento público, entre otros.

El Banco de México, tomó medidas para evitar que la devaluación se traduzca en inflación aumentó 200 puntos base las tasas de interés, lo que las ubicó en 5.25%

Además, influyen las exportaciones e importaciones, la productividad, las perspectivas de crecimiento y la posible revisión a la baja de la nota crediticia del país por parte de las principales agencias calificadoras a nivel global, la posición fiscal de nuestro país y el elevado nivel de endeudamiento público, entre otros.

Por si fuera poco los movimientos y flujos de capital hacia el interior y exterior del país también estimulan la devaluación de nuestra moneda. Nos va mal, hasta cuando estamos bien.

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