Por Víctor Sánchez Baños

Fitch Ratings bajó su perspectiva de calificación soberana para México a negativa y con ello alineó su panorama de riesgos sobre la capacidad de pago del emisor soberano, con la que tienen Moody´s y Standard & Poor´s.

Esto significa que la nota soberana de México, que es grado de inversión “BBB+”, en Fitch, tiene una de tres posibilidades de sufrir una degradación o recorte en un lapso de seis a 24 meses. Fitch admitió que el resultado electoral en Estados Unidos es un factor de presión económica y financiera para México.

De inmediato la subsecretaria Vanessa Rubió salió a responderle a la calificadora de deuda y dijo que prevén un crecimiento sostenido para el año próximo y se comprometió a nombre del gobierno federal de disminuir la deuda pública.

Estas son compromisos de gobierno. Sin embargo, estos se basan en condiciones de realismo político y del entorno geopolítico. En ambos casos las condiciones del país hablan de un clima complicado. En lo nacional está el proceso electoral con vistas a la sucesión presidencial y en el plano internacional aún no queda claro qué es lo que planteará para el mundo como presidente Donald Trump. En ambos casos las tormentas están a la visa y la economía estará a la deriva. Crecer arriba del 1.5% anual sería un milagro.

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