Por Víctor Sánchez Baños

 

La esclavitud no solo se da por motivos sexuales; va más allá. Muchas veces forma parte del paisaje, como ocurre en México con las trabajadoras domésticas.

Mira estimado lector los datos de Organización Internacional del Trabajo. En su Informe “Políticas de Formalización del trabajo doméstico y remunerado en América Latina y el Caribe”, México ocupa el último sitio, entre los 12 países de América Latina, en materia de cobertura social a trabajadoras domésticas, con sólo el 0.1% de cobertura a este sector.

No tienen acceso al seguro popular, por falta de información y, en otros casos, se encuentran secuestradas con jornadas de 24 horas todos los días de la semana. Sin prestaciones, ni salario justo. Muchas veces, sólo por el alimento y el techo.

Las senadoras Carmen Dorantes y Yolanda de la Torre, dieron un dato revelador: en el primer trimestre de 2016, de los 2 millones 408 mil 157 personas ocupadas en trabajo doméstico remunerado, sólo 3 mil 122 personas o 0.1% están afiliados al IMSS.

Hay empleados domésticos que nacen como sirvientes y no conocen otra vida. Sus casos forman parte del ignominioso olvido cotidiano. Un hecho que afecta al 3% de la población del país.

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