Por Víctor Sánchez Baños

 

No es fácil desarrollarse en un país o una región donde hay un sentimiento de inseguridad. Municipios como Ecatepec, el Oriente de la Ciudad de México, Coatzacoalcos, Veracruz, así como Acapulco, Guerrero y Villahermosa, Tabasco, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, del INEGI, sólo 1 de cada 10 habitantes se siente seguro viviendo, trabajando o estudiando en esas localidades.

La inseguridad, como hemos mencionado hasta el cansancio en este espacio, tiene implicaciones económicas tanto en la macroeconomía como en la microeconomía; esa que tenemos en los bolsillos todos los mexicanos. En la primera, se destinan fuertes cantidades de dinero para mover el aparatoso sistema de seguridad que va desde las policías preventivas, el Ministerio Público y sus policías ministeriales o de investigación, así como el sistema carcelario.

El gasto a nivel nacional es superior a los 400 mil millones de pesos anuales. Esto quiere decir que destinamos poco menos del 10% del presupuesto y los resultados son un rotundo fracaso. Si vemos que localidades como Mérida, Yucatán, que es la ciudad mejor calificada con 33.20%, es la más segura. Pero, uno de cada 3 habitantes de esa localidad se sienten inseguros, debido a que alguna vez han sido asaltados. Un insulto a la razón social de la economía.

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